Mara IV — Exorcismos: borrar, entregar, vaciar (y cómo el vacío elige su dueño)

Los días siguientes fueron laboratorio. Borré fotos, chats, rutas. Saqué de la casa cada objeto con tu firma. Abrí las ventanas, encendí incienso en los lugares donde tu presencia había quedado pegada al revoque. El humo ardió voraz justo ahí. Le di a mis amigos las bolsas: “esto ya no vive conmigo”. Nunca había tirado nada que me hubiese sido regalado. Entendí que guardar también es una forma de seguir.

La familia elegida hizo el trabajo fino: me sostuvieron el llanto sin miedo, me cocinaron, se quedaron a dormir para que yo no me quedara con el eco. Verlos llevarse los anillos fue experimentar una liberación física: como si esa plata guardara una maldición pequeña que yo no sabía nombrar. El dedo desnudo respiró mejor; el pecho, también.

Llamé a lo que pasó por su nombre: trampa para la verdad. Te cité por el regalo y me cité a mí para verme frente a vos sin anestesia. Dinamité mi versión romántica; volaron pedazos por toda la casa. En ese vacío, rápido, entró algo nuevo que todavía estoy aprendiendo a sostener: amor propio.

Mi mente hizo un gesto extraño de protección: borró recuerdos asociados a vos como si hubieran estado en una carpeta de archivos corruptos. Me quedé con escenas muertas, sin olor. Por primera vez existí sin pasado inmediato: una pausa rara y calma, con preocupaciones que conozco —la carrera, el trabajo, la economía— pero sin el ruido que me rompía el pecho.

Me quedó el tiempo libre como un cuarto recién pintado: bonito y vacío. No sé aún cómo moverme ahí. Escribo, camino, ordeno, fumo un cigarro-reloj, escucho jazz bajo, me digo en voz baja que no necesito llenar todo con gente. A veces me siento en la cama a mirar el techo. No pasa nada y eso, ahora, es un acontecimiento.

Le puse nombre al exorcismo: no mendigar, no trueques, no teatro. Y un deseo que me sorprendió por su sobriedad: que la próxima vez que llegue alguien, me quiera por lo que soy, no por lo que doy. Que haya reciprocidad sin pedirla por favor. Que me motive, me apoye, me sostenga como yo sé sostener, pero a la par.

Saqué tu rostro de mis paredes y, con él, a la versión mía que te permitía. No te deseo mal; te expulso. Si tu nube es de humo o de perfumes, que te abrace. Acá no.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio